La fiesta de casamiento de Ramiro y Emilia tuvo lugar en el mismo hotel donde estabamos parando todos. No fue casualidad, ellos quisieron que sea ahí con el objeto de hacer que la fiesta tenga estilo "familiar", es decir disfrutandola en el lugar más parecido a nuestra casa que podríamos tener ahí. El hotel tenía cuatro pisos y en dos de ellos estábamos nosotros, repartidos, dos habitaciones en el segundo piso y una habitación en el tercero. La del tercero era para los recién casados Ramiro y Emilia, mientras que una de las del segundo la compartían Raquel y Mónica, y la otra la compartíamos Juan y yo.
El salón era bastante grande, debíamos ser unas cientocincuenta personas cómodas, algunos sentados en los sillones de cuero color crema en una punta, otros comiendo cualquier variedad de quesos, otros hablando y socializando con desconocidos, y estabamos nosotros dos, Mónica y yo.
En mi cabeza no había nada que no fueran imágenes de lo que había pasado entre nosotros la otra noche y, aunque yo no lo supiera en aquel momento, por su cabeza pasaba lo mismo. Así nos encontrabamos entonces, yo sentado pensando en qué hacer con mi cabeza y ella pasando por algunas mesas probando distintos platos y charlando con cuanta mujer se le cruzara, supongo yo, para distraerse.
-¡Charly!- Mi rollo se había cortado ante el grito de mi nombre. Me dí vuelta y vi a mi amigo Juan acercandose con una sonrisa y los brazos abiertos. Nos abrazamos y me dijo:
-Charly tenés que probar los calamares fritos no sabes lo que son, ¡no pueden más!-
-¿Ah... sí?- la cabeza en cualquier lado...
-Sí, che te pasa algo? estas re colgado!-
-No, nada nada, dale vamos a probarlos-
Me levanté y fui con Juan a la mesa donde estaban esos calamares fritos pero ni bien probé uno él desapareció entre la multitud de la gente y no lo volví a encontrar. Me acerqué a la mesa y agarre otro, la verdad es que estaban bárbaros. De golpe sentí que un plato chocaba en mi espalda y me di vuelta. Mónica me había llevado por delante accidentalmente, y después me van a decir que las casualidades no existen. Mi cabeza en un segundo volvió a recobrar el furioso ritmo que tenía antes de encontrarme con mi amigo y el calor me corrió por todo el cuerpo de una manera abrumadora.
-Ay, disculpame- Me dijo con su voz suave-
-No, no te hagas problema, está todo bien-
-Je...- dejó escapar una leve sonrisa de esas que me mataban y giró un poco, para no tener que vernos tan de frente y sentir la incomodidad.
Yo no podía más, lo que habíamos hecho me retumbaba en la cabeza con fuerza y casi se me escapaban las palabras por la boca, hasta que llegó el momento en que no me pude contener más.
-Mónica...-
-Qué?-
-Mirá, no quiero que me malinterpretes ni que confundamos las cosas, sólo quisiera saber qué significó lo del otro día para vos-
Hubo un silencio que me puso incomodísimo.
-... Estuvo bien, simplemente se dio, somos amigos, nos llevamos bien, estamos de vacaciones y festejando, y tomamos de más, sólo creo que fue eso. Está todo bien-
La respuesta de Mónica me sorprendió, quizás fue más positiva de lo que imaginaba, aunque no pude pensar demasiado en lo que iba a decir y dejé nuevamente escapar las palabras.
-Me parece perfecto, estamos de vacaciones y mientras no pase de las vacaciones está todo bien-
-Claro!- sonrió, dios... me ponía enfermizo esa sonrisa que me hacía
-Igual todavía son vacaciones...-
No, no supe por qué estaba diciendo esto. Había dejado de pensar con la cabeza y estaba haciendo cualquier cosa. Verla sonreir delante mío y su respuesta positiva fue demasiado explosivo para mí y ya no pude contener mis palabras.
-Qué queres decir?...-
Volvió a sonreir. Casi me tiro encima suyo.
-Que Juan comparte la habitación conmigo y está acá abajo comiendo y yo tengo la llave-
Ya está no hay retorno
-Y entonces?-
-Y entonces acompañame a mi habitación Mónica-
LA HISTORIA LA DEJAMOS POR ACÁ, CONTINÚA EN LA PARTE II. SUERTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario