En una batalla enorme entre mi viejo y yo, que tuvo lugar en la sobremesa, se debatió la diversión que generan los juegos de azar. Todo nació del programa de Marley al que odio con toda mi alma pero mi papá lo pone siempre.
Ahí, un tipo eligió llevarse un viaje a Rio de Janeiro como vacaciones, teniendo la posibilidad de, por una oportunidad más en el juego, llevarse un viaje a Sudáfrica para ver el mundial, o no llevarse nada.
Y éste fue el comienzo de la discusión que, en buenos términos, llego a una conclusión notoria:
Mi papá y yo somos muy, pero muy distintos.
Cuando yo tiré mi primer carta, dije que las probabilidades y la estadística, reducen gran parte del azar de un juego, permitiéndole a uno encontrar, en determinadas situaciones, la elección que le de más chances de ganar.
A lo que mi papá respondió que no, que en el juego de azar tenes tantas posibilidades de ganar como de perder.
Y así estuvimos, aproximadamente dos horas, poniendo ejemplos, discutiendo ideas y fundamentando lo que pensabamos, sobre todo yo, hasta que llegué al final del camino al ver que mi papá había entendido de qué le hablaba yo, pero seguía sin darse cuenta de que yo estaba en lo cierto. "Papá cree lo que le gusta más creer" me dije por dentro y terminé con mis ganas de convencerlo, para dejar que él crea lo que quiera y yo también.
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