Esta vez se disponen a pelear. Ambos bandos tienen demasiado por perder y no están dispuestos a resignar nada, nada de nada. El campo de batalla ya fue vaciado y los inocentes e indefensos, lejanos al interés de la lucha, yacen a los costados del escenario, observando todo desde una distancia prudencial. Nadie quiere salir herido sin razón. No se oye absolutamente nada, pero tampoco hay tranquilidad. El clima es tenso. Por sobre el muro de piedra gastada asoman las cabezas de los soldados del bando atacante. Bajo techo y entre los árboles están en posición los defensores. Los pastos verdes serán testigos de la mayor batalla jamás vista. Los atacantes se van moviendo poco a poco, primero uno trepa el muro y se para en la parte más alta, haciendo notar el desafío. Luego lo hace el resto, y la guerra ya se siente acá. La expectativa de los defensores, que ya cargaron su artillería, es alta. Ellos también se mueven lentamente, corriendo con su cuerpo algunas ramas y haciendo crujir las hojas secas cuando caminan, ruido que alienta más el espíritu de pre-combate. Los líderes de ambos bandos asoman sus rostros al campo de batalla y se enfrentan en una mirada que de por sí, sóla representa ya una guerra. Está todo listo, en cualquier momento comienza, lo que puede llegar a ser el fin...

Continuará...