Fue glorioso, fue un amanecer que parecía eterno.
Salía el sol y lo disfrutaban como nunca, pero,
en el fondo el mundo sabía que no podía dejar de girar,
y de cara al amor la noche iba a llegar.
Los tiempos se dieron de una manera,
pero el destino se daría de otra,
él esperaba, sufría, lloraba por ella,
ella disfrutaba el amanecer acompañada.
Llegó el mediodía y él vio en ellos la felicidad,
les deseó la mejor suerte y se marchó hacia el norte,
ella lo despidió con un profundo abrazo en el que,
claramente hubo más que una despedida.
Una rareza quedó flotando en el aire,
mientras caía la tarde todo se volvió distinto,
ella comenzó a sentir un peso muy fuerte,
su compañero lo notó y entendió que con tres no había dúo,
y que era allí el tercero, el sobrante.
Mientras tanto él ya viajaba intentando olvidarla,
aunque a medida que se alejaba más la extrañaba,
no quiso detenerse y se perdió en el camino,
sin saber que la vida le daría todo, cuando fuera necesario.
Al caer la noche ella y su compañero
entendieron la fragilidad que existía entre ambos,
y sin dudarlo más, decidieron dejarse ir.
Ella le dio un profundo abrazo en el que,
claramente, no hubo más que una despedida.
El norte esperaba a ambos,
Ella salió a buscarlo entre las estrellas
Él se quedó dormido en la angustia,
hasta que, finalmente, el encuentro se dio.
Él la recibió de brazos abiertos,
ella lo abrazó, besó y amó desde el primer momento.
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