Agarró el adoquín mientras su amigo se estaba yendo a la casa. Lo arrojó con fuerza cuando su amigo estaba de espalda, por puro rencor y sentimiento estúpido. El adoquín golpeó fuerte la cabeza del pobre muchacho que quedó totalmente desconcertado, y apenas alcanzó a voltear para verle la cara al hasta hacía un rato amigo, que ahora disimulaba mirando hacia la otra vereda. Aquí comprendió que simplemente fue un acto de rencor el de arrojar la piedra, del que luego se iba a arrepentir, sin el valor suficiente como para pedir perdón con el corazón. El chico mal herido por el piedrazo recibido lo miró una vez más a los ojos, y se metió en su casa sin dejar escapar algun que otro insulto de rabia.