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martes, 12 de mayo de 2009

Es algo obvio, que cuanto más alto estás, más te duele la caída.
También es obvio que no es necesario caer, pero muchas veces,
la gente se equivoca, comete errores y tropieza, o hace caer a otra gente.
También es obvio que hay gente que quiere tirar a otra, o cae por cansancio.
Y qué hacer cuando caes? qué hacer cuando estás demasiado alto como para poder sostener la caída y te das de lleno contra el piso?
Descargas pataleas pedaleas pateas pegas lloras gritas golpeas sufris mordes cerras los ojos tapas tus oídos, pero nada puede calmar ese terrible estruendo tembloroso que se te produce en el estómago. No alcanzan palabras para explicar tu dolor, ni existe acaso gesto o postura alguna que haga aliviar a tu ser interior. Tu alma se encuentra dolida y para ese momento, no hay cura que no sea el tiempo. Un tiempo en el cual la herida deje de sangrar y se seque. Durante este período no te conviene actuar, no te conviene pensar, no te conviene tener acercamientos al dolor, ya que tus reacciones van a ser, casi infaliblemente, demasiado sentimentales como para poder encontrar un equilibrio justo. Pero sí, una vez que el tiempo que consideres prudencial se haya cumplido, debes mirar a la herida a los ojos, discriminar qué es lo que la produjo, e intentar tomar una decisión justa y honesta que te permita cicatrizar bien y poder seguir adelante, y dar el nuevo paso más seguro y fuerte que antes. Quedará en cada uno el perdón o la cruz para con el causante de la herida, cargando a sus espaldas las consecuencias de la decisión que, saliendo del corazón, no va a ser incorrecta nunca.

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